La ansiedad o fobia social

El trastorno de ansiedad social (anteriormente con la etiqueta diagnóstica de “fobia social”) se caracteriza por un temor/malestar elevado ante interacciones sociales y situaciones en las que existe la posibilidad de ser evaluado o juzgado, las cuales tienden a evitarse activamente.

Por tanto, las personas con este diagnóstico suelen sentirse tremendamente ansiosas ante eventos que implican conocer a alguien nuevo, o realizar actividades en las que puede sentirse observado por otros (bien en una actividad cotidiana como comer, o bien ante algún tipo de situación que pueda suponer una evaluación de su desempeño, como ejercicio físico).

Para estas personas, el mero hecho de mantener una conversación o realizar una exposición en público es algo completamente ansiógeno, ya que experimentan una intensidad emocional negativa desproporcionada con respecto a la amenaza real de la situación social o el contexto sociocultural.

Por esta razón, se produce un círculo de retroalimentación en el que la persona comienza activamente a evitar aquellos eventos o situaciones sociales en los que se ve expuesto o amenazado, de forma que cada vez le resulta más complicado enfrentarse a ellos.Una mujer con fobia o ansiedad social

El Manual Diagnóstico y Estadístico, en su quinta edición (DSM-V), incluye un especificador de ansiedad social, ya que algunas personas experimentan dificultades en eventos en los que deben mostrar algún tipo de capacidad o desempeño, especialmente ligadas a su actividad profesional (como podría ocurrir en el caso de oradores, actores, músicos, etc.).

En estos casos, las personas no experimentan ningún tipo de malestar en otros eventos sociales, razón que ha llevado al establecimiento del especificador para “sólo actuación”.

¿Cómo nos afecta la sociedad?

La ansiedad social es un trastorno cuya aparición se ha establecido en torno a los 13 años de edad.

Existen numerosos factores que pueden influir en la aparición y curso de este tipo de malestar, como pueden ser cuestiones temperamentales o de personalidad, falta de apoyo social o familiar y déficit en habilidades sociales, entre otros.

Sin embargo, actualmente se han presentado estudios sólidos sobre la implicación de las redes sociales con respecto a problemas de autoestima, acoso escolar y ansiedad social.

La necesidad de aprobación, pertenencia y aceptación en adolescentes, cuya identidad va tomando una forma más definida a partir de esta edad, todavía es vulnerable al impacto social de los estereotipos y las expectativas que establecen sus grupos de referencia, aquellos con los que se identifican y cuyas características tratan de mimetizar.

La presión por cumplir las expectativas (a veces, no sólo sociales, sino también del entorno más próximo) puede ser tan elevada que lleve a que la persona se sienta constantemente evaluada y enjuiciada, resultándole cada vez más complicado poder enfrentarse a actividades en grupo, aumentando sus sentimientos de frustración e insatisfacción.

Por tanto, como último “recurso” disponible para protegerse del daño que les provoca ese entorno de valoración y baja satisfacción, comienzan un proceso de aislamiento que va resultando progresivamente más difícil de romper.

¿Cómo trabajamos la ansiedad social los psicólogos?

La principal labor del psicólogo en un caso de ansiedad social es convertirse en el apoyo “real” que la persona no siente que tenga fuera de nuestras cuatro paredes.

Si, habitualmente, la aceptación y la ausencia de juicio son elementales en un proceso de terapia, en episodios de ansiedad social se convierten en los pilares para la recuperación.

Cuando la persona se siente escuchada y comprendida, es posible trabajar con ella sobre sus creencias irracionales y amenazantes sobre lo que considera que los demás esperan de sí, así como lo que cree que debe esperar de sí misma.Un niño con ansiedad social

El psicólogo es una herramienta maleable que se adapta a la persona para que pueda explorar qué necesita y qué recursos tiene, rompiendo con lo que “piensa” que los demás deben esperar de ella y lo que “considera” que debería hacer para agradar.

Casi como patrón, las personas con ansiedad social suelen contar con un nivel bajo de autoestima, especialmente en el periodo adolescente. Por esta razón, se torna aún más importante evaluar las aptitudes con que la persona cuenta y dotarla de una mayor consciencia de ellas, de forma que pueda percibirse como más competente y que ello le sirva para aceptarse (¡y quererse!) en mayor medida.

No se debe descartar el trabajo con la familia, sobre todo en casos en los que los progenitores no conscientemente vuelcan aspiraciones sobre sus hijos que resultan demasiado ansiógenas para ellos, de forma que el proceso de terapia puede ser de gran utilidad para la búsqueda de un término de medio de satisfacción para todas las partes implicadas.

También puede resultar de gran utilidad la formación de un grupo de terapia, ya que la participación de más personas con la misma dificultad permite no sólo amplificar los efectos de alivio y “sentirse comprendido”, sino que el propio grupo es una estructura de apoyo para la construcción y consolidación del cambio psicológico.