¿Cómo afecta psicológicamente una agresión sexual? 1

La sexualidad forma parte de la vida del ser humano desde el nacimiento. Nos desarrollamos desde la infancia y adolescencia estableciendo lazos afectivo-sexuales con las personas que nos rodean (en las primeras etapas, nos apoyamos fundamentalmente en vínculos adultos que forman parte de nuestra vida), que nos transmiten un cuidado y una información sobre cómo funciona este ámbito en cada etapa del desarrollo.

El descubrimiento sexual tiene particular auge en la adolescencia y la juventud y se mantiene hasta las últimas etapas de la vida de cada persona y relación, de forma que el conocimiento físico sobre uno mismo y cada cuerpo evoluciona como un aprendizaje constante en el que nos topamos con aportaciones valiosas, vinculaciones respetuosas y establecimiento de límites.

Particularmente, el tema de los límites es importante porque nos ayudan a cuidarnos y protegernos en aquello para lo que no estamos preparados o, simplemente, no queremos aceptar en nuestras vidas. También en el ámbito sexual.

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Agresión sexual

¿Qué entendemos por agresión sexual y cómo afecta a la persona que la sufre?

En primer lugar, y desde el punto de vista de la psicología, una agresión sexual supone la ruptura con la barrera de los límites físicos y emocionales de una persona, de manera que se accede por medio de la violencia o la intimidación al cuerpo de una persona sin su consentimiento para cualquier práctica de índole sexual. Supone un atentado contra la libertad sexual de cada individuo y, en segundo lugar, también un delito según el código penal en nuestro país.

Independientemente de que haya una pena jurídica por infligir un daño de este calibre a otra persona, la cuestión fundamental es que este hecho constituye un episodio traumático que queda potentemente marcado en la vida de aquel/la que resulta agredido/a y deja secuelas psicológicas y sexuales graves a largo plazo (ya ni tan siquiera para los demás, sino para sí misma).

Para comenzar, la perpetración de una agresión sexual deja a quien la vive con una enorme sensación de indefensión ante la situación (lo que explica la tan «cuestionada» respuesta de bloqueo, una de las tres posibles respuestas ante una reacción pánico), de manera que su recuperación psicológica y sexológica va a pasar, en gran medida, por sobreanalizar conductas de una posible pareja sexual tratando de anticipar el poder verse en una situación semejante a la ya vivida. Pura supervivencia.

Además, el evento traumático deja secuelas postraumáticas que se manifiestan en el revivir constante del episodio, las dificultades para dormir (con acuciantes pesadillas e insomnio), la evitación del contacto físico con otros (incluida la pareja, si la hubiera, y aunque no hubiese tenido nada que ver en el incidente), el desarrollo de disfunciones sexuales a consecuencia de la agresión (como el vaginismo) y, por supuesto, un estado de ánimo ansioso-depresivo que contiene una alta carga de emociones como el miedo, el enfado y la tristeza.

¿Cómo se puede ayudar a una persona que ha vivido una agresión sexual?

Cuando una persona vive una agresión sexual, necesita apoyo a diferentes niveles:

  • A nivel social: no culpabilizar por lo ocurrido (ni «llevabas tal ropa» o «volvías a tal hora»). La persona no es responsable de haber vivido una agresión sexual y ya arrastra suficiente dolor como para cargar también con el peso de algo que no ha buscado ni elegido. Respaldar y validar sus emociones es muy útil. Sentirse acogida a nivel social es una parte fundamental en su recuperación emocional.
  • A nivel de pareja (si la hubiera): acudir a terapia de pareja si es necesario. Puede ser muy complicado de abordar para ambas partes, sobre todo porque la parte no agredida puede no encontrar la forma de acercarse a la pareja sin invadirla o sentir que la está juzgando, así que encontrar herramientas y recursos clave que faciliten la interacción y el cuidado del vínculo, puede ser de gran utilidad.
  • A nivel individual: en este caso, pasar por un proceso de terapia puede ser particularmente necesario para trabajar los posibles sentimientos relacionados con la culpa que puedan aparecer, con la autoestima y la confianza tanto en uno/a mismo/a como en los demás. También es importante explorar nuevamente los límites de la sexualidad a título individual que, futuramente, puedan ser tratados a título de pareja y, por supuesto, ayudar a la persona a reencontrarse consigo progresivamente tras la agresión y que pueda volver a instaurar un ritmo de funcionamiento con el que se sienta cada vez más cómoda.