Cómo nos afectan psicológicamente los problemas de salud.
Actualmente, un porcentaje bastante elevado de la población experimenta a lo largo de su vida algún tipo de patología médica que puede afectar en menor o mayor medida a su funcionamiento cotidiano.
Afortunadamente, los avances médicos y científicos han logrado que la mayor parte de las enfermedades conocidas actualmente tengan, si no una cura completa (como ocurre para muchos tipos de cáncer), al menos un tratamiento que consiga ponerle freno al avance de la sintomatología (como en el caso del VIH).
Sin embargo, algunas enfermedades “crónicas” también suponen un cambio y adaptación por parte del paciente a una nueva condición (como en la diabetes tipo II) o la necesidad de prepararse para la pérdida de capacidades físicas (artrosis, osteoporosis…) o mentales (enfermedad de Alzheimer, demencia senil…)
¿Qué ocurre cuando llega el diagnóstico de una enfermedad?
De forma similar a como aparece un duelo, el diagnóstico de una enfermedad suele relacionarse con el paso por una serie de etapas con implicaciones tanto cognitivas, como emocionales y conductuales.
La primera reacción es un impacto emocional o “shock”, debido a lo inesperado (y, generalmente, indeseado) del diagnóstico.
La persona en ese momento puede experimentar un alto nivel de estrés, debido a que ve sobrepasadas sus capacidades para hacer frente a la situación y a las demandas de la misma.
En muchas ocasiones, la persona deberá modificar su patrón de actividad física cotidiana progresivamente (osteoporosis…), restringir su dieta (diabetes tipo II…), o atravesar un periodo de mayor debilidad física hasta haber concluido con el tratamiento médico recomendado para su enfermedad (cáncer…)
El hecho de que el diagnóstico y el inicio del tratamiento (en ocasiones también se puede requerir una intervención quirúrgica) con frecuencia tengan un espacio de tiempo muy breve entre sí, llevan a que en la persona se vea incrementada la sensación de “desbordamiento”, ya que el cambio no es algo que hayan escogido por voluntad, pero tampoco hay una alternativa viable que garantice su bienestar físico y, por ende, emocional.
El estrés, si no recibe la gestión adecuada, puede derivar en otros problemas físicos (cefaleas, problemas gástricos, debilidad del sistema inmune…) que contribuyan a agravar el malestar de la persona en cuestión.
Además, la anticipación, preocupación e incertidumbre sobre el diagnóstico fomentan la aparición de síntomas de carácter ansioso, mientras que la falta de apoyo (real o percibido) puede ser un factor relacionado con síntomas de corte depresivo.
¿Cómo contribuye un psicólogo a mejorar la perspectiva de problemas médicos?
El psicólogo no puede modificar la condición física que puede presentar un paciente determinado, ya que son los médicos correspondientes quienes mejor pueden ofrecer información sobre el diagnóstico, sintomatología y tratamiento a seguir.
Sin embargo, como profesionales de la salud, los psicólogos pueden ser de gran utilidad a la hora de mitigar el impacto emocional que conlleva la recepción de determinados diagnósticos, así como ofrecer el apoyo emocional que sea necesario, y ayudar a establecer nuevas pautas, rutinas y hábitos que permitan a la persona adaptarse de la forma más óptima al cambio.
En numerosas ocasiones, los pacientes sienten que “no pueden hablar” de la enfermedad diagnosticada porque “no se sienten escuchados” o “creen estar saturando a las personas de su entorno”, lo que lleva a que terminen por no expresarse emocionalmente y, de forma objetiva, ser más vulnerables a al cambio desde el punto de vista emocional.
Por esta razón, cuando se da un diagnóstico médico que “sobrepasa” al paciente, es fundamental incluir en el trabajo terapéutico también a las familias, para aumentar el nivel de conciencia de la enfermedad y, sobre todo, el grado de empatía con el enfermo.
Este trabajo también es muy importante cuando la persona enferma cuenta con uno o varios cuidadores puesto que, dada las dificultades adscritas al rol del cuidador, es beneficioso para la relación entre ambos que las dos partes se sientan suficientemente comprendidas y apoyadas.
De igual modo, el establecimiento de nuevos hábitos y rutinas (como puede ocurrir con el ejercicio físico o con la alimentación en un diagnóstico de hipercolesterolemia), tiene aún más ventajas cuando se implica a todo el núcleo familiar dado que, si todos los miembros del sistema familiar son conocedores de la condición médica, sus implicaciones y los cambios que son necesarios para restaurar el nivel de salud física, existirá un mayor grado de colaboración y de atención a las nuevas necesidades existentes.
En cualquier caso, el trabajo con la enfermedad se da por etapas: en función del grado en que la persona está dispuesta a implicarse en el cuidado de sí misma, se van proponiendo retos que pueden suponer una dificultad un poco más o menos elevada.
Cuando el diagnóstico médico va asociado a un tratamiento paliativo, el papel del psicólogo es fundamental para con las familias, en cuanto a la preparación para el futuro duelo, pero también con la persona, en el proceso de aceptación del final de la vida y la elaboración del propio duelo.