El deporte infantil 1

El deporte infantil 2Sin necesidad de que nos lo diga un psicólogo deportivo, todos tenemos claro que la práctica deportiva en la infancia tiene muchas más ventajas que inconvenientes tanto a largo como a corto plazo para nuestros hijos, pero en ocasiones nos olvidamos de que todos los deportes son, en esencia una construcción social que depende de cómo lo enfoquen las personas que están involucradas en ello. Así, la práctica de un deporte puede verse como negativa si se centra únicamente en la victoria, la retribución económica y la agresividad, y otra podemos entenderla de forma positiva.

Sin embargo, cualquier tipo de práctica deportiva es susceptible de ser interpretada libremente, y es que últimamente hemos sido testigos de un incremento en los casos de violencia en el deporte infantil, especialmente en el fútbol. Lo más curioso de estos casos es que habitualmente son los padres (y las madres) quienes provocan estos altercados de mayor o menor violencia, mientras los jugadores, el cuerpo técnico y los demás padres observan o tratan de frenar la agresión.

¿Por qué los padres suelen ser más agresivos que las madres?

El deporte infantil 3En la sociedad actual los roles de género comienzan a igualarse y estamos algunos pasitos más cerca de conseguir una cultura de igualdad y respeto, sin embargo todavía quedan muchas evidencias del sexismo predominante en la sociedad: La violencia machista, los archiconocidos techos de cristal o las elecciones que realizamos de forma casi automática relacionadas con los juguetes o los colores que queremos para nuestros hijos e hijas. Estamos totalmente acostumbrados y concienciados de que lo adecuado es que a los niños les gusten deportes con altas dosis de competitividad y de contacto, que necesiten un rival que requiera fuerza y destreza tanto en equipo como individualmente para ganar, como pueden ser el fútbol, el baloncesto o el rugby. Por otra parte pensamos que los deportes que no tengan una tasa tan alta de competición y eviten todo lo posible el contacto, que se centren más en la habilidad y la elegancia y no tengan un rival directo, favoreciendo los sistemas de puntuación, como en el ballet o la gimnasia rítmica.

Por tanto, podemos estar prácticamente seguros de que una gran parte de los padres que acuden a los partidos o entrenamientos de sus hijos han practicado alguno de estos deportes en su vida, empapándose de esos valores, que ahora se esfuerzan en transmitir a sus hijos. Si combinamos las altas dosis de adrenalina y dopamina generadas en las victorias deportivas con lo que se espera a nivel social de los varones, que es una competitividad y una agresividad altas, tenemos dos factores de riesgo muy evidentes.

¿Por qué suele ser el árbitro quien acaba saliendo peor parado?

Como hemos comentado antes, el deporte clásico tiene unos valores muy fuertes que se transmiten a la mayoría de las personas que se relacionan con dicha práctica. Uno de esos valores es el respeto al rival, pero en muy pocas ocasiones se habla del respeto al árbitro o a la autoridad competente.

Este fenómeno se da porque se ve a los demás jugadores como iguales, pero el árbitro se encuentra en una posición de superioridad ficticia, únicamente otorgada por las normas de dicho deporte. Se espera que el rival compita al máximo nivel, pero de la misma forma en que nos podemos sentir enfadados o decepcionados con nuestra suerte, el árbitro es un factor que no podemos controlar ni afectar, y al igual que la suerte, nos parece decisivo.

Por estas razones cuando comenzamos a sentir frustración con el desempeño de nuestro equipo, uno de los comportamientos más extendidos es insultar o descalificar al árbitro, incluso cuando estamos sentados en casa frente a la televisión, sin jugarnos nada.

¿Cómo podemos evitar reproducir estas situaciones?

Como psicólogo en valencia no puedo estar más a favor de la práctica de cualquier deporte desde la infancia hasta la vejez. Tiene una gran cantidad de beneficios, tanto a nivel físico como psicológico y social. Sin embargo debemos ser capaces de tolerar la frustración cuando nos derroten, de evitar las prácticas agresivas y de mantener una mente abierta y respetuosa ante todos los responsables y participantes de dicha actividad.

Para hacer esto podríamos comenzar por revisar ciertos conceptos como el de la agresividad intrínseca a los deportes de contacto. Si en lugar de estimular la conducta agresiva, centrada en herir física o psicológicamente al rival para superarlo fomentásemos la asertividad, que implica dar lo mejor de nosotros mismos sin entorpecer o herir al contrario de forma premeditada, veríamos un cambio de actitud tanto en padres como hijos practicantes de estas actividades. Por otro lado sería imprescindible dejar de diferenciar entre deportes de hombres y de mujeres basándonos en los roles que esperamos que cumpla cada grupo, puesto que eso genera una discriminación de quien no puede practicar un deporte en particular por su género y de quien lo practica igualmente, puesto que se siente y se le hace sentir como un bicho raro.

Como nota final nos gustaría recordar que pese a que últimamente parezca que solo existen casos de violencia deportiva y que los motivos se encuentran todavía profundamente arraigados en nuestra sociedad, no podemos olvidar que hemos dado y seguimos dando saltos muy importantes hacia un deporte más equitativo y respetuoso.