Todo el mundo ha experimentado en algún momento de sus vidas una etapa en la que por unas razones u otras ha tenido la sensación de estar aislado del mundo. Habitualmente asociamos la soledad con tristeza, desgana o incluso depresión. Sin embargo, este sentimiento no es únicamente consecuencia de problemas o cambios, sino que en muchas ocasiones puede llegar a convertirse en la principal causa.
No es lo mismo estar solo que sentirse solo.
Por esta razón es importante entender que la soledad no es perniciosa si la hemos escogido nosotros. En muchos casos, aislarnos nos ayuda a afrontar un problema con perspectiva, cambiar de aires o darnos un respiro.
- Causas de la sensación de soledad.
A menudo nuestras vidas experimentan cambios ante los que podemos hacer poco. La pérdida de un familiar, de una pareja, una mascota o personas importantes para nosotros nos deja con la sensación de no tener a nadie, notamos su ausencia más que la presencia de los demás. Estas variaciones son, en su mayoría inevitables y conllevan un cambio vital. Entrar a la universidad, comenzar a trabajar o mudarse son normalmente acontecimientos estresantes, puesto que por norma general, implican dejar actividades o personas atrás.
Como hemos señalado antes, alguien puede sentirse solo incluso estando acompañado. Cuando no existe un vínculo que nos haga sentir satisfechos con las personas que nos acompañan, su presencia puede llegar a ser contraproducente. Quizás de las causas más comunes hoy en día. Si nos fijamos, podemos encontrar multitud de ejemplos en nuestro entorno cercano: parejas que prefieren pasar el tiempo separados y que no comparten actividades, personas con las que no nos sentimos a gusto o integrados…
Si existe una falta de compañía física que no podemos controlar nos sentimos abandonados. Cuando acabamos de llegar a un país extranjero en el que no conocemos a nadie y todavía no hemos podido establecer relaciones, cuando nos aislamos en casa por algún motivo o cuando hace tiempo que no vemos a personas con las que compartimos un vínculo, sentimos un vacío interno que no acaba de solucionarse únicamente hablando por teléfono o internet con nuestra familia o amigos.
Nuestra forma de pensar suele ser clave a la hora de explicar por qué experimentamos esta sensación. Tanto la baja autoestima como la comparación social son factores muy influyentes que además se alimentan entre sí. El auge de las redes sociales conlleva muchísimas cosas buenas, pero hay que ser cuidadosos a la hora de usarlas, puesto que únicamente nos muestran los momentos importantes de la gente a la que seguimos o tenemos agregada. Si únicamente atendemos a lo que nos muestran las redes sociales, nuestros conocidos siempre están asistiendo a fiestas, viajando por el mundo o pasándolo en grande, mientras nosotros estamos sentados frente al ordenador o el teléfono móvil sin mucho más que hacer que indicar que nos gusta lo que han hecho. Esto genera ansiedad y un juicio de nuestro estado actual en comparación al idealizado que se nos está transmitiendo, en el que habitualmente salimos perdiendo.
- ¿Qué podemos hacer si nos sentimos solos?
Debemos entender que el hecho de sentirse solo no implica que en realidad no tengamos a nadie. Nuestro cerebro está diseñado para prestar más atención a lo negativo, al peligro y a darle un sentido. Esta es la razón por la que cuando nos sentimos solos por alguna razón concreta, el cerebro tiende a generalizar, mermando nuestra autoestima y llevándonos a pensamientos y atribuciones irreales como “Nadie se preocupa por mí”.
Es esencial identificar qué nos hace sentirnos de esta forma y qué podemos hacer para sentirnos mejor. Las redes sociales, a pesar de lo comentado anteriormente, pueden servir para comunicarnos de forma sencilla y rápida con amigos o familiares, conocer gente nueva o buscar grupos con los que compartamos actividades e intereses.
Cuando nos sentimos así solemos evitar el contacto con los demás, nuestro autoconcepto se encuentra en un momento de fragilidad y no sabemos si actuaremos correctamente ante una situación social o si lo disfrutaremos, nos centramos en lo negativo. Hay que evitar este tipo de pensamiento y al menos darnos una oportunidad de disfrutar.
Si no nos sentimos a gusto siempre podemos irnos, pero si no vamos nunca lo sabremos.
A veces el aburrimiento nos provoca un uso excesivo o compulsivo de las redes sociales, por lo que debemos regularlo o al menos entender que lo que vemos allí es únicamente una parte de las vidas de los demás, por lo que no debemos compararnos con ellos.
Encontrar actividades con las que nos sintamos satisfechos, que representen una novedad o que siempre hayamos querido hacer puede ser realmente beneficioso para nosotros, especialmente si son grupales. Comenzar a hacer yoga, apuntarse al gimnasio o aprender un idioma nos ayudan a sentirnos más completos, distraen nuestra atención y pueden hacer que conozcamos gente nueva con la que compartamos al menos un interés.
Hay que recordar que la soledad está habitualmente en nuestra cabeza, que genera estos sentimientos negativos y que la mejor solución a esto es abrirse al mundo y a lo que nos pueda deparar.