Autoestima adolescente y por qué es importante
La adolescencia es un periodo evolutivo tremendamente complejo a la par que maravilloso en el que la persona abandona el razonamiento que, hasta el momento, le había caracterizado como un niño para dar paso a una forma de pensar, sentir y actuar cada vez más próxima a la de un adulto.
Pero este engranaje de cambios no siempre es un camino de rosas. Muchos niños experimentan la exigencia de “crecer”, “comprender” y “actuar” como adultos desde la fase más temprana de la adolescencia, y es algo que genera cierta frustración porque, por una parte, no necesariamente se han desprendido del todo de su sentir de la infancia y, por otra, cognitivamente no están preparados para asumir radicalmente los entresijos de la siguiente etapa.
En la adolescencia, el sentido de identidad propia que ha comenzado a forjarse durante la infancia toma más fuerza, de manera que, progresivamente, los niños dejan de basar la visión de sí mismos exclusivamente en lo que les transmiten sus vínculos afectivos de relevancia (especialmente, los padres) para darle un mayor peso a sus experiencias personales y, también, a lo que viven, sienten y experimentan con su grupo de pertenencia (especialmente, amigos y compañeros).
Este hecho no significa que la valoración que los padres hacen de un hijo/a no sea importante para ellos; al contrario. Tanto cuando se lanzan mensajes positivos, como negativos sobre un hijo, dicha forma y contenido tendrán un impacto innegable en la construcción de la identidad, pero ya no son los únicos mensajes que importan al adolescente.
¿De qué manera influyen las valoraciones externas e internas en la autoestima adolescente?
El concepto de autoestima no es tan difícil de definir como de explicar en relación a los múltiples factores que influyen en él. El amor y respeto que dirijo a mí mismo en base a cómo me valoro incluye un sinfín de epígrafes debido no tanto a la parte de amor y respeto dirigida a uno mismo, sino al “cómo me valoro”.
Las valoraciones en las que se basa la autoestima tienen que ver, a nivel interno, con cómo evalúo mis éxitos y mis fracasos, y en este apartado, influye en gran medida la manera en que proceso mis propias vivencias, el locus de control interno (“todo lo que me ocurre es cosa mía”) o externo (“todo lo que me ocurre es por los demás”), la capacidad de asumir las responsabilidades de nuestros actos y la capacidad de apreciar no sólo aquello que podemos mejorar, sino también nuestras capacidades y habilidades más potentes.
Pero, además de lo que uno cree sobre sí mismo, de forma indudable los mensajes que recibimos de los otros en el periodo adolescente van a tener una incuestionable influencia en cómo cambia nuestra valoración y estima propia.
Algunos de ellos, especialmente los negativos, se interiorizan y asumen como una realidad en muchos casos, especialmente cuando el contenido se repite y cronifica en el tiempo (“qué torpe eres”, “así no vas a llegar a nada”, “si te portas de esta manera, nadie te querrá”).
¿Por qué es importante una buena autoestima en la adolescencia?
En base al párrafo anterior, me veo en la obligación de trasladar una buena y una mala noticia. La mala, es que nuestro cerebro está biológicamente preparado para detectar una amenaza y prepararnos para la supervivencia, de ahí que, por defecto, nuestro “ordenador” cerebral esté configurado para captar de forma más rápida aquellos mensajes de contenido negativo que los de contenido positivo, ya que estos últimos no son “técnicamente” necesarios para la supervivencia.
Ello significa que, con el objetivo de protegernos, recordamos más fácilmente los comentarios negativos que los positivos, aunque paradójicamente nos causen más daño a largo plazo que un verdadero beneficio.
La buena noticia es que podemos cambiar la manera en que nos comunicamos con nuestros hijos, hermanos, alumnos, pacientes. No sólo se trata de no lanzarles mensajes que puedan resultar una lacra emocional a largo plazo, sino de revisar con ellos porqué tienen determinada opinión negativa de sí mismos ante alguna circunstancia concreta.
Una buena autoestima en la adolescencia es importante para que la persona pueda entrar en la edad adulta habiendo superado los cambios biológicos, químicos y sociales de una etapa tan bonita como difícil, y siendo consciente de cómo puede mejorar aquellas características que considera una debilidad y cuáles son sus fortalezas para la consecución de los logros que se plantee para el resto de su vida.
Un nivel de autoestima adecuado implica que la persona cuenta con un adecuado apoyo emocional, pero, aún más importante, cuenta con su propio sostén emocional. Como todo mortal sufre, y es consciente de su sufrimiento, pero también es conocer de los recursos (físicos, cognitivos, emocionales, sociales…) con que cuenta para lidiar con él.
En definitiva, una buena autoestima se construye en base a valoraciones constructivas que uno recibe de sí mismo y de su entorno. Y, con una buena autoestima, alguien puede llegar a convertirse en una persona importante… Para sí mismo.