¿Por qué a veces se pierde el deseo sexual? Parte 1
En el post de hoy vamos a hablar de un tema tabú: el deseo sexual dentro de un proceso de duelo. Un ámbito que olvidamos sin querer o al que le restamos importancia de forma deliberada. De una forma u otra, se habla poco de ello.
¿Por qué no siento deseo sexual?
Cuando se produce una pérdida, el sentimiento de tristeza y desesperanza es tan grande que inunda todo nuestro ser, dejando poco o ningún espacio para el resto de necesidades. Del mismo modo que hablamos de alteraciones en el sueño o en el apetito, también debemos abordar los cambios que producen en cuanto a la sexualidad.
En muchas ocasiones, nos encontramos con verbalizaciones que tienen que ver con “guardar un tiempo prudencial” o “respetar la memoria” de la persona que ha fallecido, como si lo que hiciéramos ahora determinara lo que hemos sentido hacia esa persona, haciéndonos sentir desleales o culpables. Se siente la obligación moral de guardar un luto, haciendo aquellas cosas que se han determinado como adecuadas. Sentir deseo “demasiado pronto” no toca. No está bien. En estos casos no solo hay culpabilidad, sino también vergüenza por lo que puedan pensar los demás. Por lo que se intenta negar o bloquear, en caso de existir, y no hablar del tema.
No olvidemos que el sexo es sinónimo de placer, de goce, de alegría, de pasión. En definitiva, es sinónimo de vida. Cuando se produce una muerte cercana, la muerte es lo único que existe. El mundo muere con esa persona, se empaña, se oscurece. Se vuelve impensable pensar en algo que tiene que ver con disfrutar, con conectarse a la vida en estos primeros momentos.
La inapetencia es síntoma del malestar que experimentamos, por lo que recuperarlo será entendido en este caso como una mejoría.
Entonces, ¿por qué hay gente que mantiene su deseo sexual?
Cada persona responde de una forma diferente ante la pérdida. Hay quienes no cuentan con una red de apoyo, personas que acompañan desde el respeto y la empatía, y hay quienes, incluso disponiendo de un entorno que acoge este dolor, son incapaces de soportar el sufrimiento que entraña transitar por las primeras fases. Es por ello, que no debemos juzgar comportamientos, sino entenderlos dentro de la idiosincrasia y el contexto de cada uno.
En estas ocasiones, el aumento de la práctica sexual puede darse por varios motivos: para evitar el sufrimiento, para experimentar placer cuando la apatía es insoportable o bien para “vengarse”.
Cuando el dolor que sentimos nos supera, podemos llegar a recurrir a otras conductas, incluso sustancias, que nos lo amortigüen. Alcohol, drogas o sexo. Nuestro sistema de recompensa nos hace sentir un poco mejor, o eso creemos en un primer momento. En realidad nos están anestesiando del sufrimiento. Es por ello que aumenta su práctica, aunque también hay insatisfacción en estos encuentros. De hecho, no es sorprendente que acaben en llanto, ya que una vez finalizado el coito, las emociones vuelven con mayor intensidad.
Otro momento donde se suele recurrir al sexo es cuando llevamos tiempo permaneciendo en un limbo emocional, alejados de cualquier reacción, cuando parece que nada nos afecta, no sentimos el dolor de la pérdida, pero tampoco nos ”llena” nada. En este caso, también podemos caer en la tentación de provocarnos dichas reacciones a través de sustancias. Necesitamos sentir algo, sentirnos vivos, pues una parte de nosotros ha muerto.
Otra posibilidad es cuando el motivo del duelo, si se trata de una ruptura, o porque en medio del duelo se ha descubierto que esa persona a la que queríamos, nos hizo daño y lo desconocíamos, conectemos con la necesidad de “devolvérsela” de alguna forma. Puede que necesitemos sentirnos deseados por otras personas o recuperar una parte de nuestra autoestima.
Independientemente del motivo, de este modo se bloquea la elaboración de las emociones como la tristeza, de lo que se busca huir casi de forma desesperada y, por tanto, se bloquea también la resolución natural del duelo. Ya no hay necesidades que aparecen y se satisfacen, sino que hay un salto precipitado hacia fases posteriores. El dolor permanece pero no hay acceso a él. Por tanto, tampoco drenaje.
En estos casos, paradójicamente, cuando el deseo sexual disminuye es cuando la persona está mostrando avances terapéuticos, pues es síntoma de que empieza a conectar realmente consigo misma. Parece un retroceso, aunque lo que está sucediendo es que por primera vez se está permitiendo sentir el vacío de la pérdida.