Cuando hablamos de maltrato en términos generales, hablamos de patrones de conducta violentos que causan daños físicos y/o emocionales en quienes lo padecen.
El concepto está muy relacionado con la noción de agresión y la de violencia, siendo la primera originalmente un instinto natural (actualmente, social) de carácter biológico y dirigido a la supervivencia y, la segunda, un conjunto de conductas social y culturalmente aprendidas con una gran carga de intencionalidad, que llevan a transformar el “instinto” agresivo en un mecanismo para dañar a otros seres humanos.
Así pues, el maltrato es un tipo de violencia en el que se hace uso deliberado de agresiones físicas y/o verbales.
Nos gustaría recordar que el teléfono 016 está disponible para víctimas de maltrato.
Tipos de maltrato.
De este modo, podemos distinguir dos tipos de maltrato: físico y psicológico/emocional.
El maltrato físico consiste en el uso de agresiones físicas (que pueden causar todo tipo de heridas y lesiones en la persona a la que dirigimos estas conductas), bien con el objetivo de causar daño en sí mismo (una pelea entre bandas, por ejemplo), o bien como agresión instrumental (pretendo conseguir algo más que hacer daño con la agresión, como ocurre en la tortura como método de obtención de información).
Cuando el maltrato físico se da en la pareja (en una gran mayoría de casos, dirigido a la mujer, conocido entonces como violencia de género), cabe destacar que no siempre se encuentran secuelas a nivel físico (no todas las agresiones causan daños aparentemente perceptibles), aunque sí causan secuelas a nivel psicológico/emocional.
En la mujer que sufre maltrato físico, se produce a nivel cognitivo un procesamiento de información contradictoria, ya que el agresor es una persona que dice manifestar amor por la víctima, algo que inicialmente resulta incongruente con una respuesta agresiva que se haya podido recibir.
Además, si este tipo de respuestas agresivas se cronifica, y si la víctima no recibe ningún tipo de apoyo y/o ayuda, se empieza a asumir este proceso como algo “normal” en la pareja, así como que las reacciones violentas tienen su origen en la “culpa” derivada de una conducta previa realizada por la víctima en cuestión (“si yo hubiese actuado apropiadamente, esto no habría ocurrido porque él me quiere”). Si no se aborda pronto, puede derivar en una situación conocida como dependencia emocional.
El maltrato físico y el psicológico se diferencian, además de por la forma en que se ejecutan, porque por normal general el maltrato físico es más fácil de detectar que el maltrato psicológico. Resulta más sencillo sospechar que una persona que aparece en repetidas ocasiones con lesiones en el rostro o en el cuerpo está pudiendo vivir un episodio de maltrato con su pareja, que cuando no existen marcas físicas visibles y la persona no verbaliza problemas existentes en su relación.
El maltrato psicológico, por tanto, se caracteriza por insultos, vejaciones, humillaciones, comparaciones y toda clase de agresiones verbales e, incluso, hostiles (es decir, agredo verbalmente para conseguir otro fin, como puede ser provocar en el otro una percepción de su autoconcepto mucho más negativa, y que ello repercuta asimismo en su autoestima).
Todas estas agresiones causan otro tipo de herida, una herida psicológica que tiene consecuencias a nivel de percepción de eficacia, de autoestima, de percepción de valía, etc., y que a su vez conlleva que las víctimas de este tipo de maltrato terminen por percibir que no son capaces de funcionar sin la persona que les está causando este daño.
Por tanto, se genera una relación de dominancia en la que el agresor tiene todo el poder en la relación y la víctima se siente completamente dependiente y a merced de la voluntad de su pareja (“¿qué harías tú sin mí?”). *
*Nota: Si bien en el maltrato físico encontramos en una proporción mucho mayor agresores hombres con respecto a agresoras mujeres, no se han encontrado diferencias de género tan notables en relación al uso del maltrato psicológico.
¿Qué perfiles podemos encontrar relacionados con el maltrato?
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El agresor tipo pitbull:
Más relacionado con el maltrato a nivel psicológico que físico, hablamos de una persona particularmente agresiva con las personas a las que quiere y, sobre todo, con su pareja.
A nivel público, se comporta de forma cortés y educada (nadie sospecha de su carácter de agresor)
Se muestra celoso, desconfiado (tema al abandono), no permite que su pareja realice actividades en solitario (y, si éstas ocurren, conllevan consecuencias a nivel de castigo físico), reacciona de forma violenta cuando ocurren discusiones, mostrando arrepentimiento después e iniciando así un nuevo ciclo de violencia.
Pese a que pueda resultar llamativo, funcionan de forma bastante adecuada en grupos de rehabilitación para personas maltratadoras.
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El agresor tipo cobra:
Más relacionado con el maltrato a nivel físico que psicológico, aunque suele hacer uso indiscriminado de ambos. En este caso, hablamos de alguien frío y calculador, que requiere la dependencia de su pareja con respecto a sí.
Se comporta de forma violenta en general, no sólo con las personas a las que dice querer.
Emplea con frecuencia amenazas tanto verbales como físicas (incluso con objetos punzantes) para conseguir sus objetivos y a menudo golpea a su pareja y/o hijos (en caso de tener) por el mero placer de hacerlo, mostrando una actitud impulsiva y sádica.
Es frecuente que este perfil de maltratador consuma (y abuse) de alcohol y drogas.
Además, debido a su falta de empatía emocional, funciona peor que el agresor tipo pitbull en los grupos de rehabilitación, resultando particularmente complicada su recuperación.
¿Cómo se interviene con el maltrato?
Por normal general, la intervención tanto en personal maltratadas como en personas maltratadoras, se suele realizar en terapias de grupo con el objetivo de sensibilizar y concienciar a ambas partes de la problemática y las consecuencias derivadas de la conducta violenta.
No obstante, hay personas (tanto maltratadas como maltratadores) que acuden a un profesional en busca de ayuda psicológica con el objetivo de solventar la situación que están experimentando.
Por un lado, es probable encontrar el perfil maltratado que no encuentra otro punto de apoyo y necesita dotarse de herramientas y recursos para poder hacer frente a su proceso actual.
Por otro, también es posible que alguna persona con perfil de maltratador (y, sobre todo, tipo pitbull) acuda al psicólogo siendo consciente de que resulta dañino para su pareja, pero no sabe funcionar de forma diferente, debido a que muchos de los casos que encontramos son personas que han vivido una historia familiar de maltrato y la conducta violenta es el aprendizaje social que han establecido para relacionarse a nivel “romántico”. **
**Nota: Abordar en este texto la problemática que se deriva de un posible maltrato vivido en la infancia de una persona maltratadora no pretende ser un justificante de la conducta que manifiesta actualmente, sino una posible explicación de la misma.
Tras esta breve aclaración, vamos a centrarnos ahora en los dos tipos de abordaje terapéutico que se llevan a cabo en grupo:
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Terapia de grupo para las víctimas:
La terapia de grupo es muy interesante en el trabajo con personas maltratadas debido a que se genera un entorno de apoyo y soporte compartido por las integrantes del mismo. De esta manera, comunicar una experiencia de sufrimiento se ve acogida y escuchada y resulta más sencillo involucrarse en el grupo de terapia.
El proceso consiste fundamentalmente en dos partes: una parte de “psicoeducación” en la que se hace hincapié en todos los conceptos que hemos abordado a lo largo de este artículo sin tratar de etiquetar a los participantes, sino que la idea es que cada persona pueda hacerse consciente de qué tipo de maltrato ha podido sufrir.
La segunda parte, una vez esclarecidos los conceptos de la primera, tiene que ver con las herramientas y habilidades que se trabajan para que la persona pueda abordar su situación de forma diferente a como lo ha estado haciendo hasta el momento.
Así pues, se trabajan las habilidades sociales de comunicación, interacción y asertividad, la autoestima y la percepción de eficacia, estrategias de afrontamiento y resolución del conflicto, de manera que, al finalizar la terapia grupal, se habrán desarrollado una serie de capacidades que hasta la fecha se encontraban más limitadas.
En última instancia, se ofrece la posibilidad de trabajar todo aquello que se haya podido ver de forma más breve o menos incisiva (como, por ejemplo, la gestión de estrés), de manera que la persona sienta que el apoyo del grupo y la formación recibida le han permitido generar un cambio.
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Terapia de grupo para maltratadores:
Se basa en el trabajo en grupo con varios maltratadores, de forma que se intenta fomentar la empatía (emocional, dado que son capaces de comprender a nivel cognitivo, pero no todos son capaces de “sentir” lo que siente la víctima) y el apoyo en el grupo como estrategia de empuje y de mejora.
Además, se pretende que el refuerzo de los avances y conductas positivas que manifieste cada miembro del grupo sea un incentivo para los demás y, de la misma forma, la extinción de las actitudes y conductas negativas sirva no solo para la persona que las ponga en práctica, sino para todos los demás participantes.
Es importante destacar que, en la gran mayoría de grupos de rehabilitación, también se interviene a nivel individual, de manera que se pueden dirigir estrategias específicas relacionadas con las dificultades que pueda experimentar cada persona en su recuperación, así como abordaje terapéutico relativo a sus vivencias personales (en caso de haber un historial de maltrato familiar y/o infantil) y herramientas para poder modificar su conducta presente, además de intervenir en las posibles adicciones que puedan existir.
La terapia de pareja puede prevenir casos de maltrato.
El objetivo fundamental del trabajo terapéutico consiste en ayudar a la víctima a dejar de serlo, dotándola de herramientas para que pueda modificar a voluntad su situación actual y, con respecto al maltratador, también proporcionarle los recursos que necesite para solventar sus dificultades individuales y que pueda re-aprender a relacionarse sin necesidad de ejercer ningún tipo de dominancia a través del uso del maltrato físico y/o psicológico.
El trabajo de los psicólogos no solo acaba aquí, en la mayor parte de los juicios en los que se presentan cargos por maltrato o agresión, tanto física como psicológica, el juez suele solicitar informes periciales tanto psicológicos como médicos para constatar la existencia y gravedad del hecho.
Si te encuentras en esta situación o conoces a alguien que esté siendo maltratado o maltratada, no dudes en ponerte en contacto con nosotros lo antes posible.