“Pero, ¡dime qué te pasa!”, “¿No me puedes explicar cuál es el problema?”, “Si no me cuentas lo que sientes, voy a ciegas…”
Es posible que todos nosotros hayamos sido emisores o receptores de alguno de los mensajes anteriores, o de cualquiera de sus variantes en forma o contenido. Porque sí, los seres humanos hemos desarrollado una habilidad maravillosa de cara a comunicarnos en tanto a que disponemos de un código lingüístico que nos facilita esta labor, pero no siempre es tan sencillo emplearlo.
A nivel técnico sí, por supuesto. Aprendemos a hablar a una edad bastante temprana y, desde ese momento, hacemos referencia a nuestras necesidades, peticiones, quejas, halagos y demás intercambios relacionales incluyendo también el don de la palabra.
Aunque, dado que somos seres humanos y seguimos altamente vinculados a la capacidad de sentir, no podemos obviar el hecho de que nuestras emociones van a ser factores mediadores en el acto comunicativo: tanto a nivel verbal (lo que decimos y cómo lo hacemos) como a nivel no verbal (en nuestra postura corporal, la proximidad física, el tono de voz o, incluso, en la capacidad de articular palabra).
Si fuéramos ordenadores o máquinas programables de alguna forma, sería relativamente sencillo desconectarnos de la parte emocional y, simplemente, emitir un mensaje completamente neutral en cualquier momento (tenemos algunos ejemplos en paralelo cuando usamos al asistente de Google, a Siri o a Alexa).
Y, como no lo somos, encontramos en este punto una explicación razonable a esa pregunta tan frecuente sobre la dificultad en la expresión de nuestras emociones.

¿Por qué me cuesta hablar de lo que siento? ¿Por qué me bloqueo?
En condiciones normales o “de reposo” (en este sentido, a nivel cognitivo), nuestro cerebro puede procesar con relativa calma la información vinculada a los estímulos que nos llegan y reaccionar en consecuencia (por ejemplo, si estoy tranquilamente sentado/a en el sofá y alguien me llama para pedirme que cocine, sin que haya ninguna otra tarea de la que me tenga que hacer cargo, seguramente mi reacción será bastante calmada).
Ocurre de forma similar cuando nos encontramos en un estado de satisfacción o bienestar notable, dado que nuestra interacción con la realidad se hace desde una perspectiva mucho más sosegada.
Es por esto que se recomienda que los conflictos se paralicen cuando empiezan a escalar y se retomen en un momento de mayor tranquilidad emocional, dado que las partes serán más capaces de afrontar la situación desde la construcción y no desde el “ataque”.
Sin embargo, el bloqueo emocional suele tener tres explicaciones generales que procedemos a describir a continuación (no significa que no haya otras mil opciones posibles, pero hablaremos de las que más frecuentemente podemos encontrar en el contexto de terapia, ordenadas de menor a mayor dificultad en el abordaje terapéutico):
- Falta de entrenamiento en la identificación de las emociones: Algunas personas simplemente se “bloquean” porque no saben explicar lo que sienten en un momento dado no porque no estén sintiendo (todos sentimos), sino porque no son capaces de asociarlo con emociones o palabras concretas. Suele deberse a una falta de aprendizaje emocional en cuanto a la búsqueda y comprensión del propio sentir y es fácilmente entrenable tanto a nivel individual, como sostenido por el entorno.
- Aprendizaje aversivo en la comunicación (miedo a expresarme): El bloqueo (o congelación) es una de las tres respuestas que se dan ante la emoción del miedo, que son la lucha (o afrontamiento directo), la huida (o evitación) y el propio bloqueo (la no respuesta/parálisis).La persona se ve sobrepasada por las demandas de la situación y no es capaz de encontrar una forma de lidiar con ella. Suele darse cuando se ha producido un aprendizaje consistente en el que el hecho de expresar un sentir suele conllevar consecuencias negativas (broncas, regañinas, reproches, ley del hielo, luz de gas…) En estos casos, también se puede generar un contracondicionamiento sobre el aprendizaje aversivo, si bien se convierte en fundamental la intervención del entorno para facilitar este cambio en el sentir de la persona.
- Vivencia traumática: La persona no puede acceder a determinadas emociones porque están siendo bloqueadas a nivel cognitivo dada su asociación potente con alguna vivencia traumática. El tratamiento a nivel psicológico dependerá de la necesidad de la persona con respecto al reprocesamiento del trauma y cómo de preparado/a esté para afrontarlo en un contexto seguro.
Si tienes dificultades para expresar tus emociones, desde Dopsi podemos ayudarte.