¿Por qué usar el humor en terapia? 1

Quizá tenemos la concepción de que el trabajo directamente relacionado con la salud mental y/o física necesariamente implica una idea de «seriedad». Es lo que tradicionalmente se conoce también como «efecto bata blanca«, que tanto nos sirve para definir la figura de «autoridad» detrás de una profesión como la medicina, como para aportar un extra de profesionalidad al contexto en que nos encontramos a esta misma figura.

Evidentemente, no con la primera afirmación estamos pretendiendo transmitir que la salud no sea un tema serio o que deba abordarse con toda la profesionalidad que sea posible, sino que existen muchas vías de fomentar una alianza terapéutica con las personas con las que trabajamos y, en muchas ocasiones, la «cercanía» emocional es una de ellas.

Existen varios estudios que muestran que, en Atención Primaria, las personas se sienten más cómodas cuando encuentran a un profesional al otro lado de la mesa que establece un mayor contacto visual, hace alguna pregunta más allá de las meramente rutinarias e intercambia algún gesto de aproximación no verbal como una sonrisa o un asentimiento ante una determinada expresión de sufrimiento que el paciente pueda mostrar.

¿Qué ocurre en el contexto de terapia?

Comenzar un proceso de terapia es, en sí mismo, algo complicado para la mayoría de personas. Supone enfrentarme a situaciones, relaciones disfuncionales y/o a un patrón de conducta propio con el que no me siento cómodo/a, y que va a requerir de un notable esfuerzo de mi parte para poder identificarlo, analizarlo y establecer los cambios que considero que necesito en este momento de mi vida.

Pasar por un proceso de terapia supone, con frecuencia, soltar más de una lágrima porque en el camino me desprendo de muchas cosas que ya no me resultan útiles y cuyo desprendimiento, sin embargo, no deja de provocarme un cierto dolor. Puede aplicar para contextos laborales o sociales, para determinadas personas o para hábitos más o menos establecidos.

Como ya hemos hablado en más de una ocasión, el proceso terapéutico implica también por parte del psicólogo un análisis exhaustivo de los factores de protección y vulnerabilidad de la persona, así como sus patrones de conducta y los elementos de contexto que más influyen en su día a día.

¿Por qué usar el humor en terapia? 2
Humor en terapia

A menudo, el psicólogo confronta en terapia a la persona para que se haga consciente de determinados aspectos que quizá no está siendo capaz de ver desde el punto en el que se encuentra a nivel emocional. Esta confrontación no tiene por qué ser algo brusco, sino que puede hacerse de formas muy diversas.

Una de ellas es el humor. Utilizar el humor en terapia es una forma de conectar emocionalmente con la persona que sufre, por múltiples motivos:

  • Ayuda a confrontar de forma divertida. A veces podemos poner un ejemplo de una situación similar a la que está viviendo la persona pero con una dramatización exagerada o con un símil de la ficción. Esto suele facilitar no sólo que la persona pueda reír por un momento en la sesión, sino que comprenda de forma mucho más rápida y efectiva la idea que queremos transmitir.
  • Ayuda a fortalecer la alianza terapéutica. En general, las personas usamos el humor en nuestra cotidianeidad con mayor o menor frecuencia. Poder usarlo en el contexto de terapia me puede ayudar a sentirme más cercano a mi psicólogo/a, e incluso me puede invitar a que yo mismo/a pueda usarlo, facilitando de ese modo el intercambio de información.
  • Ayuda a romper bucles cognitivos. Es cierto que, en ocasiones, necesitamos quedarnos un tiempo en el sufrimiento y el malestar que nos genera una determinada situación. A veces esta estadía más o menos prolongada nos ayudará a tomar decisiones en el futuro más o menos inmediato. Sin embargo, el uso del humor en el contexto terapéutico nos puede ayudar a romper con el bucle al darle otra perspectiva a la situación, quizá facilitando precisamente que podamos movernos en alguna dirección.

En definitiva, el humor en terapia puede ser una herramienta añadida que nos ayude a manejar el resto de elementos del proceso, siempre adecuándonos a las necesidades de cada persona y sabiendo trabajar con los límites de lo que resulta pertinente en cada momento del tiempo.