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Las rabietas, vistas por tu psicólogo infantil

psicólogo infantil - niñoTodo el mundo se  encuentra en un proceso de aprendizaje y cambio constante a lo largo de sus vidas. Cada día nos enfrentamos a situaciones nuevas, debemos resolver problemas a los que no nos hemos tenido que enfrentar hasta ese momento y elaborar estrategias que se adapten a dichos conflictos, cosa que no siempre resulta sencillo. Este procedimiento es siempre enriquecedor y nos sirve para moldear el tipo de persona que somos y cómo reaccionamos ante las situaciones que se nos presentan a diario. En el caso de los niños, esto cobra aún más importancia y esta semana he decidido, basándome en mi experiencia como psicólogo infantil, abordar el tema de las tan temidas rabietas.

Nuestros hijos todavía no han formado una personalidad completa y cada nueva experiencia les ayuda a hacer precisamente  eso, tanto si se trata de situaciones positivas como si se trata de situaciones negativas, es necesario afrontarlas y reaccionar ante ellas y ante las emociones y pensamientos que despierten.

Cuando los niños son incapaces de procesar las emociones que surgen ante uno de dichos conflictos, suelen entrar en un estado similar al que experimentan los adultos ante una situación que se ven incapaces de resolver, se estresan y necesitan liberar esa energía acumulada, normalmente en forma de rabieta.

Si somos capaces de entender que los niños están tratando de ventilar una emoción con este tipo de comportamiento, podremos entender por qué gritan, lloran y patalean de forma tan energética y en ocasiones hasta agresiva. Evolutivamente, el ser humano está programado para realizar una de tres acciones ante una situación de peligro: Huir, enfrentarse o quedarse parado, congelado. Seguro que nada más leerlo todos habremos podido identificar a qué comportamiento somos más propensos, aunque es imprescindible comprender que no reaccionamos igual ante todas las situaciones.

Por tanto, podemos entender que las rabietas son la conducta que resulta de la incapacidad de los niños para  huir, enfrentarse o congelarse ante una situación que se ven incapaces de controlar o modificar: una emoción. Habitualmente estas emociones suelen ser rabia o tristeza, aunque también existen comportamientos similares derivados de la sorpresa o la alegría excesiva, como tirarse del pelo o gritar. Sin embargo el centro de todas estas conductas siempre es que los pequeños se ven desbordados por la intensidad de la emoción y todavía no tienen las herramientas necesarias como para procesarla de forma correcta.

Nuestra labor como padres entonces es doble. Por un lado debemos hacerles entender que esos comportamientos no son los más adecuados para resolver ninguna situación y que no deberían mantenerse, y por otro lado es nuestro deber enseñarles la forma correcta de enfrentarse a ellos.

¿Entonces cómo debemos actuar ante una rabieta?

Psicólogo infantil: Las rabietas 1Esta pregunta depende del tipo de rabieta al que nos enfrentemos. Aunque cada situación es completamente diferente de la anterior, puede ser de utilidad distinguir tres tipos de rabietas básicas juzgando su procedencia:

Si la rabieta es el resultado de la frustración provocada por que el propio niño no ha sido capaz de realizar alguna tarea como un puzle o los deberes escolares, o nos damos cuenta de que se ha generado mientras utilizaba un juguete de una forma poco convencional o trataba de explicarnos algo que, por la precariedad de su lenguaje hemos sido incapaces de entender, podemos sentarnos junto a él y apoyarle de alguna forma visible, como apoyar un brazo en sus hombros mientras elogiamos su entrega y su capacidad para no darse por vencido. Suele ser muy útil ofrecerle nuestra ayuda antes de volver a enfrentarse al reto, pero debemos tener cuidado de no realizar la tarea por él y únicamente guiarle. En el caso de que la rabieta sea muy intensa, puede ser de ayuda intentar distraer a nuestro hijo con algo que le resulte más agradable y sea capaz de realizar correctamente antes de comenzar con el procedimiento anterior.

Si el motivo de la rabieta es haber recibido una respuesta negativa o una orden por nuestra parte, como lavarse los dientes, acostarse o guardar los juguetes, debemos mantenernos firmes ante nuestra decisión mientras dure la rabieta, procurando aguantar el chaparrón, utilizando un tono de voz suave y palabras adecuadas a su edad, sin alterarnos y evitando los insultos y las comparaciones con otros niños. Si la rabieta es muy intensa o agresiva, podemos pedirle que se vaya a una habitación a “meditar sobre lo que ha hecho” o decirle que no le prestaremos atención hasta que se calme, en caso necesario también podemos mover físicamente al niño y llevarlo a la cama si se niega a acostarse o al cuarto de baño si se niega a ducharse. Es imprescindible explicar que aunque debemos mantener la calma durante estos comportamientos y posteriormente razonar el motivo de nuestra orden o negativa, no debemos tolerar conductas que no toleraríamos habitualmente en casa como arremeter contra los muebles o familiares, pero siempre de forma sosegada, sin caer en la imitación de la conducta que muestra nuestro hijo.

Si el motivo principal de la rabieta es llamar la atención, lo mejor que podemos hacer es negarnos a prestarle justo eso, atención. Mientras el comportamiento no sea especialmente problemático o destructivo debemos enseñarle que esa conducta no va a conseguir que le hagamos caso. De nuevo nos será de gran utilidad permanecer calmados y expresarle que cuando se calme podréis hablar sobre lo que le preocupa.

¿Cuándo debemos contactar con un psicólogo infantil?

Las rabietas suelen ser relativamente comunes hasta que nuestros hijos alcanzan los seis o siete años de edad, y si se encuentran hambrientos o somnolientos se producen con mucha más frecuencia. Sin embargo, si notamos un incremento acusado de estas conductas, si se vuelven más agresivas y el niño llega a herirse a sí mismo o a otros, los padres se ven incapaces de solucionar o reaccionar ante las rabietas o existen otros problemas de comportamiento asociados, nos será de mucha utilidad contar con un psicólogo infantil debidamente cualificado que analice la situación y nos pueda orientar respecto al curso de acción más eficiente.

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