El término sinestesia lleva algún tiempo apareciendo con cierta frecuencia en el lenguaje cotidiano, aunque su significado es todavía un gran desconocido para la mayor parte de la población.
La sinestesia, cuyo origen etimológico combina las palabras “sentir” y “junto”, se refiere a una condición perceptiva por la que la persona vive una sensación a través de dos sentidos que no resultan habituales.
Dicho de otro modo, las personas con sinestesia son capaces de percibir olores asociados a sonidos, sonidos asociados a imágenes o imágenes asociadas a olores, entre otros.
¿Cuál es el origen de la sinestesia?
Según diversos estudios, parecen existir conexiones neuronales más fuertes entre las áreas asociadas con experiencias sensoriales en las personas con sinestesia. Por tanto, se produce una activación en paralelo cuando se estimula un área sensorial específica (por ejemplo: primero visión, luego oído).
Por otro lado, se cree que la sinestesia tiene un componente genético, debido a la mayor probabilidad de encontrar personas con sinestesia en una misma familia que en personas sin parentesco sanguíneo.
A lo largo del siglo pasado se expusieron diversas explicaciones sobre la sinestesia: algunos consideraban que podía ser un proceso de retorno al cerebro primitivo, sin diferenciación de los sentidos; otros pensaban que la sinestesia se correspondía con la evocación de recuerdos de la infancia o, incluso, se planteó que la sinestesia tuviera su origen en una imprecisión del lenguaje, siendo que las personas con esta condición emplean diversos recursos lingüísticos para transmitir sus sensaciones físicas y emocionales.
En base a la primera hipótesis, existen teorías que afirman que todos los individuos nacemos con sinestesia, pero que nuestro desarrollo madurativo a nivel cerebral lleva a un procesamiento por separado de las diferentes áreas de información sensorial.
Debido a que la sinestesia afecta a la forma en que se procesa y se codifica la información, existe la hipótesis de que el aprendizaje y recuperación de la información en personas con sinestesia resulte algo más sencillo al contar con un mayor número de claves.
¿Se debe trabajar la sinestesia?
Como ocurre con la mayoría de aspectos y situaciones dentro de la psicología, el abordaje terapéutico de la sinestesia dependerá de las necesidades que manifieste la persona que convive con ella.
Algunas personas con sinestesia viven su alteración perceptiva como un auténtico regalo, aprendiendo a emplearlo e integrarlo en su vida cotidiana con creatividad y originalidad.
Aquellas personas con un perfil más artístico se benefician de esta condición ya que las conexiones entre sus sentidos les permiten imaginar y desarrollar algunos matices que resultan más difíciles de percibir para aquellas personas con una mayor separación en sus experiencias sensoriales.
Sin embargo, otras personas encuentran en la sinestesia una condición que dificulta y entorpece su funcionamiento cotidiano, debido a que les resulta complicado codificar la información, explicar cómo experimentan lo que están sintiendo o, incluso, para compartirlo con los demás.
La sinestesia puede entonces contribuir a la aparición de síntomas ansiosos o depresivos, o a dificultades en la interacción social con amigos, familiares o con la pareja.
En estos casos, es importante que el psicólogo averigüe con el paciente de qué manera la sinestesia puede estar influyendo negativamente en su vida diaria y cuáles son sus objetivos a conseguir.
Debemos clarificar que la sinestesia no es una enfermedad y, por tanto, no tiene una “cura”, sino que es una cuestión perceptiva cuyas implicaciones psicológicas son las que sí se pueden abordar dentro de un proceso de terapia.
El psicólogo puede trabajar aspectos relacionales, comunicativos, gestión y manejo del estrés y temas de organización, entre otros, en función de la demanda planteada, siempre de cara a alcanzar la meta planteada por el paciente y a garantizar un nivel de bienestar superior al que tenía cuando llegó a nuestra consulta.