¿Por qué necesitamos hacer comparaciones entre diferentes relaciones de pareja?
Uno de los conflictos que nos encontramos con mayor frecuencia en la terapia de pareja nace de la comparación directa o indirecta de ciertos pensamientos, conductas o reacciones de nuestro compañero/a actual con respecto a uno/a anterior.
A menudo, esta comparación surge de forma directa por parte de alguna de las dos partes, bien como un reproche: “esto no me pasaba con mi ex pareja” o bien como un intento de confirmar o reafirmar el sentimiento de amor romántico: “¿te sentías así con tu ex pareja?”
De cualquier modo, la aparición de una comparación (del tipo que sea) suele generar sufrimiento en la persona que es comparada, ya que de alguna manera puede percibir que su valor a nivel humano está supeditado a las cualidades de otra persona. En muchas ocasiones ser incapaces de solucionar este problema puede derivar en otros más graves como la infidelidad.
¿Por qué establecemos las comparaciones?
Podemos encontrar varias respuestas a diferentes niveles. Por un lado, podemos encontrar un razonamiento a nivel cognitivo y, por otra, podemos apoyarnos en la explicación a nivel emocional.
A nivel cognitivo, el efecto de comparar tiene que ver con la forma en que procesamos la información que nos llega, ya que nuestra cognición está dotada de múltiples herramientas que nos permiten agilizar la carga mental que puede suponer el desglose y asimilación de determinado tipo de información.
Para empezar, contamos con la ayuda de los atajos mentales, también conocidos como heurísticos, que son un conjunto de reglas que surgen y se siguen de forma inconsciente y nos permiten reformular un problema complejo en un concepto más sencillo de abordar y al que podamos responder de forma casi automática.
Estos atajos mentales conectan con las respuestas que solemos ofrecer a determinados problemas con mayor frecuencia, por lo que las comparaciones en muchas ocasiones no son un acto deliberado con intención de causar daño a la otra persona, sino que pueden ser una pequeña “traición” de nuestros pensamientos a la hora de recabar datos sobre experiencias pasadas y traerlos al presente por ser concebidos “de utilidad”.
En la misma línea, encontramos la formación de esquemas mentales o, dicho de otra forma, un marco mental que nos ayuda a englobar patrones organizados de conducta o pensamiento, estructuras organizativas de nuestra representación del mundo, conjuntos estructurados de ideas agrupadas por contenido o forma y conocimientos específicos sobre uno mismo y sobre el entorno social.
De la misma manera que los heurísticos nos facilitan la recolección y transformación de información para facilitar la toma de decisiones, los esquemas mentales nos ayudan a agrupar la información en un contexto mental, lo que nos permite hacer una selección cognitiva de diferentes elementos (dentro de diferentes esquemas) y evaluar las diferentes características de unos y otros. En definitiva, nos permiten comparar datos de diferentes experiencias que tenemos almacenados.
Además, no podemos olvidarnos de un elemento que nos persigue inexorablemente en nuestro procesamiento y gestión de la información: los sesgos cognitivos.
Los sesgos cognitivos son pequeñas distorsiones involuntarias que se producen cuando procesamos los estímulos que nos llegan, generándose de forma inconsciente una inclinación en determinada dirección a la hora de analizar la realidad.
Así pues, la presencia de sesgos cognitivos media la percepción de la realidad de manera que podamos vivirla de forma más o menos positiva y, a su vez, convertirse en disparadores de los ya mencionados esquemas mentales y los heurísticos.
¿Y a nivel emocional?
Cuando nos planteamos el contenido emocional que se oculta tras el fenómeno de la comparación en la terapia de pareja, debemos analizar en primer lugar cuál es la necesidad subyacente a esa comparación.
¿Comparamos porque hay algo que necesito y ya no tengo? ¿Comparo porque echo en falta algo que en la relación actual no está presente? ¿Comparo porque hay aspectos de la relación actual que me hacen sentir incómodo que no había vivido anteriormente?
Como podemos ver, las comparaciones pueden surgir por una inmensa variedad de motivos. De hecho, en ocasiones pueden aparecer comparaciones que resulten favorables para la pareja actual, aunque no por ello la mención de la experiencia pasada convierte la comparación en una percepción totalmente favorable.
Con frecuencia, las personas con problemas de autoestima, falta de confianza en sí mismas (y en los otros), inseguridades a nivel tanto físico como psicológico o dificultades para encajar las críticas o las sugerencias, son las que mayor propensión pueden tener para sufrir con el efecto comparación.
La persona que compara no es consciente en muchas ocasiones de que su comparación es una petición más o menos implícita de algo que le gustaría incluir o atenuar en su relación. Esto puede derivar en un conflicto cuya base es la recepción que tiene lugar en la otra parte: el cómo expresamos determinada información puede transformar el mensaje en un ataque en lugar de en una postulación.
Así pues, la persona vive el mensaje como una exigencia y como una crítica a su forma de ser, pensar o interactuar. De este modo, no hay una percepción de aceptación del “cómo soy” y se genera una brecha comunicacional y emocional entre interlocutores, en la que se elimina el espacio para el cambio a través de la aceptación.
¿Cómo trabajamos este fenómeno en la terapia de pareja?
Para comenzar, debemos localizar las necesidades de ambos miembros de la pareja y el tipo de comparaciones que suelen aparecer, para establecer la relación entre la queja y la demanda implícita.
Esta tarea no siempre resulta sencilla, porque en ocasiones durante la terapia de pareja podemos encontrarnos con una dificultad en alguno de los componentes de la relación para localizar sus necesidades y poder vincularlas a una petición explícita.
En estos casos, como psicólogos de pareja debemos poder ofrecer un entorno en el que ambos se sientan seguros y perciban que su libertad para expresarse se respeta e incentiva. Deben poder percibir que son aceptados en sus dificultades y que el proceso que están viviendo les puede ayudar en su desarrollo personal y relacional.
Una vez localizadas las quejas y demandas implícitas, debemos trabajar con la pareja cómo explicitar las peticiones. Podemos comenzar mediante pequeñas reformulaciones de frases que suelan decir para que, conforme vayamos avanzando en el proceso, sean capaces de establecer peticiones explícitas sin necesitar nuestra invitación para poder hacerlo.
Del mismo modo, ofrecerles experiencias que les permitan trabajar la empatía y situarse en el lugar del otro pueden ser de gran ayuda a título individual y de pareja, porque nos permite colocarnos en el sentir de la persona que tenemos ante nosotros y conectar con el sufrimiento que puede sentir a raíz de comentarios que podamos haber expresado.
Este “conectar” con el sentir del otro, nos hace “hacernos responsables” de nuestro propio sentir y de cómo nuestra manera de comunicar tiene un efecto en alguien que nos es querido, por lo que no sólo empezamos a tenernos más en cuenta a nivel personal, sino que ampliamos nuestra visión del otro y nos hacemos más capaces de “cuidar de nuestra pareja”.
La experiencia de tratar de “ser el otro” es un apoyo en la terapia de pareja para reducir el efecto negativo del reproche y renovar la vivencia de tener a la pareja como aliada y no como enemiga.
Si crees que puedes necesitar terapia de pareja por este u otros problemas, no dudes en contactar con nosotros. ¡Tus psicólogos en Valencia estaremos encantados de ayudarte!